jueves, 31 de octubre de 2013

Otra vez la música, ahora con un concierto a beneficio. Final del fragmento, caprichoso aunque elocuente.

Philip Roth, "Patrimonio. Una historia verdadera"

(continuación y final del fragmento del segundo capítulo "Mamá, mamá, ¿dónde estás, mamá")

A pesar de lo espantable que les resultaba la perspectiva, supieron guardar para sí mismos su padecimiento y regresar de nuevo a sus localidades, muchos de ellos con tazas de café y platos de tarta en las manos , para luego situárselos sobre las rodillas, en precario equilibrio, o colocarlos a sus pies, en el suelo, mientras la esposa del primer violín, una mujer menuda, con el pelo blanco, que en la actuación anterior había ocupado un asiento de primera fila, se apartaba del público, muy decidida, y se sentaba frente al piano que había junto a los integrantes del cuarteto. El viola, el violonchelista y el segundo violín parecían extenuados, pero el primer violín, hombre de admirable resistencia par su edad, se unió a su esposa en la interpretación de un dúo de Fritz Kreisler, sonriéndole cada vez que sus ojos coincidían; lo que dio lugar a que varias de las mujeres de mi alrededor intercambiasen miradas y susurraran, llenas de admiración: "Está mirando a su mujer".
Mi padre se había dormido casi todo Haydn, pero al concluir el vehemente bis se puso en pie, al mismo tiempo que los demás, y dijo:
-¡Precioso, precioso!
-Herman -le dijo Bill, levantándose lentamente de su asiento contiguo al mío-, te has aburrido a morir.

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